La miniserie Gambito de dama ha revivido el interés por el legendario juego del ajedrez. Como saben los que conocen los vericuetos del tablero de sesenta y cuatro casillas, la palabra gambito procede del italiano –gambetto– y se traduce literalmente como zancadilla. En el ajedrez describe un tipo de jugada que busca sorprender y engañar al adversario para obtener un beneficio.
La serie televisiva es una excelente producción, pero no hablaré de ella sino de otros gambitos que últimamente se usan en ámbitos alejados del ajedrez, como es el espacio político. La política cada vez gira menos en torno a la búsqueda del bienestar de los ciudadanos y la solución de sus problemas y se centra casi exclusivamente en el objetivo supremo del poder. Conquistar el poder, mantener el poder y arrebatarle el poder al adversario, son los principales objetivos de políticos y partidos. Atrás quedaron ideas y programas… atrás quedó la gente. Ya todo se reduce al uso y abuso de campañas de imagen, tácticas, zancadillas y celadas similares a los gambitos del ajedrez para capturar espacios de poder, hundir al adversario y, si es posible, expulsarle del tablero.
En uno de los momentos más críticos de nuestra reciente historia, con un problema de salud pública cuyo precedente se remonta a más de cien años y con una grave crisis económica en ciernes, hemos asistido a una larga y poco constructiva serie de gambitos entre los partidos del arco parlamentario y también en el interior de los partidos, cuyo objetivo ha sido la ambición de poder. El ex presidente Felipe González criticaba hace poco que la realidad que vive angustiosamente la gente cada día no se corresponda con el debate que puede oírse en el Parlamento. Y se lamentaba de que los políticos no se hagan cargo del estado de ánimo de los demás.
Nos han vendido y nos siguen vendiendo relatos imaginarios de la realidad, eslóganes y campañas de imagen anestésicas como: «Entramos juntos y vamos a salir juntos», «Este virus lo paramos unidos» «Salimos más fuertes» «España puede» y el ya legendario triunfalismo presidencial de julio de 2020, afirmando que «hemos vencido al virus y doblegado la pandemia», cuando aún enfermarían de COVID-19 más de 3,3 millones de personas y aún tuvieron que morir 50.000 compatriotas más para desmentirle. La realidad es radicalmente diferente a los mundos de Yupi que quieren inyectarnos: ni salimos juntos ni más fuertes de la pandemia, ni España pudo parar al virus ni doblegar la pandemia. Muchos no saldrán porque ya murieron y muchos otros saldrán empobrecidos, en las listas del paro o con negocios arruinados y el futuro comprometido. En quién estaría pensando Felipe González cuando afirmó que «cuando todo está mal, aparece ahí un tío y dice que todo está bien y que el futuro es cojonudo. Oiga, pero usted no está viviendo la realidad de sufrimiento que estoy viviendo».
Decía Oswald Spengler que «siempre ha sido un pelotón de soldados el que ha salvado la civilización». Hoy en día no son los soldados quienes nos salvarán, ni la política lenguaraz y mendaz, sino la ciencia y un pelotón de empresas privadas, multinacionales farmacéuticas, tan denostadas por el anticapitalismo militante y por sectores trasnochados de la izquierda, son las que conseguirán doblegar la pandemia y vencer al virus. Pfizer, Moderna, Jansen, AstraZeneca, Sinovac Biotech y el Centro de Investigación Gamaleya que desarrolló la vacuna Sputnik V, son el pelotón que conseguirá frenar a la nueva peste del siglo XXI.
Mientras tanto, cuando la pandemia en España parece que comienza a cerrar su cuarto ciclo, los asesores políticos y los expertos en marketing ya se apresuran a idear nuevas campañas, nuevas descalificaciones, nuevos relatos y nuevos gambitos, para que sus candidatos alcancen cotas máximas de poder y destruir al adversario de dentro y de fuera… y para apuntarse el éxito de las vacunas. Pero la pregunta que queda en el aire es ¿cómo saldremos de la crisis económica que nos ha traído la pandemia y la ineptitud política?
Vienen tiempos recios en los que sería oportuno recordar el texto evangélico que previene del peligro de la división, el enfrentamiento sistémico y el guerracivilismo: «todo reino dividido contra sí mismo será desolado, y toda ciudad o casa dividida no puede subsistir». Nos aguardan tiempos recios que no se van a resolver con más gambitos.
Gandia, 10 de mayo de 2021.
Este artículo fue publicado el 14 de mayo de 2021 en el diario Levante-EMV en su edición de La Safor. La fotografía es un fotograma de la serie de Netflix ‘Gambito de dama’.